NI EL RENCOR LOS NOMBRA

Juan Antonio Pino Capote
            Parece que ya no queda nada en la memoria escrita de un pueblo. Nada de la que fue una heroica bella lucha por el agua.  “El Paso: 160 años tras el agua”, es el titular de una reseña referente a la lucha por el agua de la ciudad (pueblo con título de ciudad). Es un titular sugerente que apareció en el programa de las fiestas en honor de Ntra. Sra. la Virgen del Pino, con motivo de su bajada trienal y que edita el propio Ayuntamiento. El principal motivo de este escrito es lamentar que en esa reseña no se haga alusión a un pleito largo y costoso que, por causa de los influyentes de la época, tuvo que ser sufragado por particulares a cuyo frente se puso  nuestro valeroso alcalde, destituido por el poder imperante, para impedir que contara con fondos del Ayuntamiento, con los que se había iniciado el pleito. El narrador debió consultar someramente los archivos del ayuntamiento y nada más, pues no creo que en los archivos del Ayuntamiento no conste todo el inicio del pleito. No creo que consultara en serio esos archivos. Por eso omitió un período que va desde 1956 a 1976 en que habla de “unos litigios”. Y esto sólo para referirse a un detallado informe jurídico del letrado don Antero Simón, realizado por encargo del Ayuntamiento. Ni siquiera nombra al alcalde que lo solicitó, ni aclara que no es sólo un informe jurídico del litigio en cuestión sino que también es la historia de las apropiaciones indebidas y las usurpaciones en la isla de La Palma. Por razones que luego entenderán, la lectura de esta reseña me produjo una gran indignación. 

            Después de algunos días de reflexión y pasados los malos impulsos de la indignación, decidí dejar constancia escrita de lo que, según el autor son “litigios que se desvanecieron en el tiempo sin solución aparente”.

LA HISTORIA NO CONTADA:

            Esta es la historia de un alcalde con escasos medios porque era “El dentista de los pobres”, según se ha escrito. Es la historia de un alcalde que lo fue durante dos largos periodos y uno de ellos por aclamación popular y conducido a hombros hasta la tribuna de la plaza pública, de la que fue retirado por la guardia civil y orden gubernativa ya que se le había prohibido presentarse como alcalde, pero el telegrama de dicha orden no llego a sus manos con la debida antelación y el gobernador lo tuvo que aceptar (en unos tiempos en los que los nombramientos se hacían directa o indirectamente a dedo). Es la historia de un alcalde que no cometió otro delito que defender las aguas de su pueblo y que, cuando los poderosos lograron marginarlo del Ayuntamiento, él, con unos cuantos amigos y patriotas consiguió la necesaria “personalidad jurídica” para seguir defendiendo los intereses de su pueblo a titulo particular, con grandes sacrificios económicos, que hicieron peligrar las carreras de sus hijos en la Península, y con la inestimable ayuda de los amigos que aportaron el suficiente dinero para costear los gastos de un pleito desigual en cuanto a recursos económicos e influencias políticas de una entidad privada en las más altas instancias nacionales.  Como veo que esto va cayendo, por omisión sistemática,  en el olvido, creo que, además, es conveniente recordarlo y nombrar también a estos patriotas que colaboraron: Daniel García, Pedro Capote, Vicente González, EdiIio González, Manuel Ángel Pérez Sosa, Pedro Gómez Acosta, Miguel Jurado Serrano y puede que alguno más. Pero, por lo menos, recordar a estos pocos, de los que sólo viven tres ya que temo que todo esto se pierda irremisiblemente en el olvido como esta historia ignorada.

Si indignante es esta omisión sistemática, no lo fue menos lo que, en su momento, le dijera a su hijo, un alcalde sucesor, que luego se negó a pagar algunas deudas pendientes del pleito, que su padre lo que iba a hacer era “arruinar al Ayuntamiento con ese pleito”.  Su viuda y sus hijos tuvieron que hacer renuncia de la exigua  herencia “ a beneficio de inventario”.

Aún hoy sigue siendo una pena que estos hechos se queden como “litigios que se desvanecieron en el tiempo” por la negligencia de unos y los  intereses de  otros. Creo que hay mucho más que decir y recordar de este hombre, de estos hechos y de sus amigos. Él se definió a si mismo con un soneto que explica el título:

SOY:

De esos hombres abiertos, derramados,
que dicen con rudeza cuanto sienten,
y que, aunque les convenga, nunca mienten
y en alta voz confiesan sus pecados.

De los que viven y se dan confiados
y en alegrías su dolor convierten,
ni la traición, ni el desamor advierten,
a sus propios amores consagrados.

De los que alcanzan luz entre las sombras

y cuando pasan, ni el rencor los nombra

porque en la lucha fueron generosos.

De los que buscan con ahínco el cielo,
y se aligeran para alzar el vuelo
rompiendo sus cadenas silenciosos.

 Este alcalde era mi padre, Antonio Pino Pérez, Hijo Predilecto de la Ciudad de El Paso, Cruz de Beneficencia, dentista, escritor y poeta que se durmió para siempre soñando con una justicia que nunca llegó a ver. Esto ocurrió el mismo día del fallo judicial, del que no tuvo  noticia.

Se publicó en el “Diario de Avisos “ del  21 de septiembre 2003.